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El trastorno antisocial de la personalidad (TAP) es una enfermedad mental caracterizada por un patrón de desprecio hacia los demás, violación de sus derechos, agresividad, impulsividad, irresponsabilidad, falta de remordimientos y engaño.
Las personas con trastorno antisocial de la personalidad no suelen tener en cuenta el bien y el mal y a menudo desprecian y violan los derechos de los demás mediante el engaño y la manipulación. Pueden mentir, robar, pelearse o infligir daño a los demás y carecen de remordimientos por sus actos. Tienden a ser irresponsables, impulsivos y arriesgados, sin tener en cuenta las consecuencias de su comportamiento. Pueden tener problemas para mantener un empleo o relaciones duraderas.
Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), el recurso oficial para diagnosticar los trastornos mentales, el trastorno antisocial de la personalidad se diagnostica en función del cumplimiento de unos criterios que evalúan aspectos como la falta de respeto por el comportamiento lícito, el engaño, la impulsividad, la agresividad, la irresponsabilidad y la falta de remordimientos.
Por ejemplo, los criterios diagnósticos incluyen aspectos como la falta de respeto por el comportamiento lícito, indicada por la realización repetida de actos ilegales, el engaño a través de la mentira repetida o la estafa a otros para obtener beneficios o placer, la agresividad a través de peleas o agresiones físicas repetidas, y la falta de remordimientos a través de la indiferencia o la racionalización de haber hecho daño, maltratado o robado a otra persona.
El trastorno de personalidad disocial se caracteriza principalmente por violar las normas sociales y las leyes. Algunos síntomas clave y criterios diagnósticos incluyen
- Desprecio por las conductas lícitas y las convenciones sociales desde la infancia o la adolescencia
- Impulsividad, irritabilidad, agresividad
- Comportamiento temerario sin tener en cuenta la seguridad personal o de los demás
- Irresponsabilidad constante, incluido el incumplimiento de obligaciones económicas o laborales
- Falta de remordimiento por el daño o maltrato causado a otros
El trastorno de personalidad disocial se considera sinónimo de trastorno de personalidad antisocial, pero disocial se utiliza más comúnmente en la literatura médica y los sistemas de diagnóstico europeos. En Norteamérica, el trastorno antisocial de la personalidad es el término diagnóstico preferido sobre disocial. Ambos se refieren esencialmente al mismo patrón de comportamiento y síntomas.
La característica central es un patrón generalizado de violación y desprecio de los derechos de los demás que comienza en la infancia o en la adolescencia temprana y continúa en la edad adulta. Las personas con trastorno de personalidad disocial suelen mostrar conductas manipuladoras y engañosas y carecen de empatía. A diferencia del trastorno antisocial de la personalidad en Estados Unidos, para diagnosticar el trastorno disocial de la personalidad suele ser necesario cumplir los criterios del trastorno de conducta en la infancia.
Tanto el trastorno de personalidad antisocial (APD) como el trastorno de personalidad disocial (DPD) implican violaciones de las normas y leyes sociales. Las personas con APD o DPD suelen hacer caso omiso de los derechos de los demás mediante el engaño, la intimidación y la violación de las normas de la sociedad. Pueden realizar repetidamente actos delictivos como destruir propiedades, acosar a otros o robar sin ningún sentimiento de remordimiento.
La falta de empatía también es común tanto en el APD como en el DPD. Los afectados suelen tener dificultades para comprender o identificarse con los sentimientos de los demás. Pueden explotar, manipular o maltratar a los demás sin sentirse culpables. Sus relaciones tienden a carecer de una conexión emocional significativa.
En algunos casos, la impulsividad y la agresividad están presentes en el APD y el DPD. Las personas pueden actuar de forma imprudente y violar los límites de los demás. Pueden ser propensos a las peleas, la intimidación, la hostilidad y el abuso verbal. Sin embargo, la gravedad de estos rasgos puede variar de un individuo a otro.
El trastorno antisocial de la personalidad (ASPD) y el trastorno disocial de la personalidad tienen algunos síntomas y características que se solapan, pero también existen diferencias importantes entre ellos.
- El trastorno antisocial de la personalidad implica una falta generalizada de consideración y empatía hacia los derechos de los demás. Las personas con ASPD tienden a explotar o violar los derechos de los demás mediante la manipulación, el engaño o la agresión. El trastorno de personalidad disocial se define de forma más amplia por la violación de las normas sociales y las leyes.
- El trastorno antisocial de la personalidad requiere antecedentes de trastorno de conducta en la infancia con comportamientos agresivos o engañosos que aparecen antes de los 15 años. El trastorno de personalidad antisocial no requiere antecedentes de trastorno de conducta.
- Los criterios del trastorno antisocial de la personalidad se centran en la violación de los derechos de los demás y la falta de empatía. Los criterios del trastorno de personalidad disocial se centran de forma más general en la violación de las normas sociales a través de comportamientos irresponsables, ilegales o antisociales.
- Se considera que el trastorno antisocial de la personalidad es el diagnóstico del DSM-5 que más se asemeja al trastorno disocial de la personalidad de la CIE-10. Pero la definición de la CIE-10 del trastorno disocial de la personalidad no es la misma. Pero la definición de disocial de la CIE-10 es ligeramente más amplia.
- Ambos implican comportamientos socialmente irresponsables, pero el antisocial hace hincapié en la violación de los derechos de los demás, mientras que el disocial se centra en la violación de las normas sociales aceptadas de forma más amplia. Comprender estas diferencias clave puede ayudar a distinguir entre los dos diagnósticos relacionados.
Se calcula que el trastorno antisocial de la personalidad afecta a entre el 1 y el 4% de la población general. Es mucho más común en hombres que en mujeres, y algunos estudios muestran una proporción de 3 a 1. El TP antisocial suele comenzar en la infancia o en los primeros años de la adolescencia y persiste en la edad adulta. Suele ser comórbida con otros trastornos mentales como el abuso de sustancias, los trastornos del estado de ánimo, los trastornos de ansiedad y otros trastornos de la personalidad.
Se cree que el trastorno de personalidad disocial afecta a entre el 2% y el 3% de los varones y a menos del 1% de las mujeres. Suele aparecer en la infancia o la adolescencia. Las afecciones comórbidas suelen incluir TDAH, trastorno de conducta, ansiedad, depresión y problemas de abuso de sustancias. Las tasas de TP disocial pueden estar disminuyendo en los últimos años debido a una mejor identificación y tratamiento de los trastornos de conducta en la infancia.
Tanto el trastorno antisocial de la personalidad (ASPD) como el trastorno disocial de la personalidad (DPD) parecen surgir de una combinación de factores genéticos, biológicos y ambientales.
Es probable que los factores genéticos desempeñen un papel en el ASPD y el DPD. Los estudios de gemelos y familiares muestran una mayor prevalencia de conductas antisociales y delictivas en los parientes biológicos de las personas con ASPD o DPD en comparación con la población general. Sin embargo, no se ha identificado ningún "gen antisocial" específico.
Factores biológicos como las lesiones prenatales, la exposición a toxinas en el útero y las complicaciones en el parto pueden aumentar el riesgo. También se han observado anomalías en las estructuras y el funcionamiento del cerebro, como un menor volumen del córtex prefrontal y alteraciones en la regulación de las emociones. Es probable que las causas sean complejas y que intervengan interacciones genético-ambientales desde las primeras etapas del desarrollo.
Las experiencias infantiles, especialmente el maltrato crónico, la negligencia, la inestabilidad y la falta de supervisión, están estrechamente relacionadas con comportamientos antisociales y disociales posteriores. La disciplina severa o incoherente, la falta de afecto y apego de los padres y los traumas infantiles perturban una socialización sana y aumentan la vulnerabilidad a los trastornos de la personalidad. Las experiencias infantiles adversas pueden incluso afectar al desarrollo cerebral.
En general, el desarrollo del ASPD y el DPD implica una compleja interacción entre las vulnerabilidades genéticas y las experiencias ambientales, que comienza en las primeras etapas de la vida. Aunque algunos factores, como los genéticos, no pueden modificarse, la prevención de los traumas y la inestabilidad en la infancia puede reducir el riesgo.
El trastorno antisocial de la personalidad y el trastorno disocial de la personalidad son difíciles de tratar eficazmente dada la naturaleza de los trastornos. Actualmente no existen tratamientos farmacológicos aprobados específicamente para los trastornos antisociales o disociales de la personalidad. La psicoterapia es el principal enfoque terapéutico, siendo la terapia cognitivo-conductual (TCC) la modalidad terapéutica más utilizada y estudiada.
Sin embargo, las personas con trastornos antisociales o disociales de la personalidad a menudo carecen de motivación para cambiar su comportamiento o participar de forma significativa en el tratamiento. Como resultado, las tasas de abandono de la terapia tienden a ser altas. Es fundamental establecer una buena relación con el paciente y ganarse su confianza. Entre los posibles objetivos del tratamiento se incluyen el aumento de la empatía, el aprendizaje de habilidades de afrontamiento para controlar la ira y la impulsividad, el desarrollo de habilidades de resolución de problemas y el cuestionamiento de las distorsiones cognitivas que refuerzan los comportamientos antisociales.
Las intervenciones pueden centrarse en el procesamiento de traumas pasados, el fortalecimiento de la alianza terapéutica, la identificación de patrones de comportamiento impulsivo, la representación de interacciones prosociales, la resolución de problemas en situaciones de la vida real y el ensayo de nuevas habilidades. Los proveedores de tratamiento deben encontrar un equilibrio entre la empatía y el establecimiento de límites firmes en torno a los comportamientos inaceptables. Los medicamentos pueden ayudar a tratar trastornos comórbidos como la ansiedad o la depresión, pero no tratan el trastorno de personalidad en sí. Se requiere constancia y paciencia a largo plazo para tratar estos trastornos tan difíciles.
El pronóstico del trastorno antisocial de la personalidad se considera generalmente malo, ya que los comportamientos manipuladores y engañosos tienden a persistir durante toda la vida para muchos individuos. Sin embargo, algunos estudios indican que los síntomas pueden mejorar cuando la persona alcanza los 40 o 50 años. Es probable que esto se deba a la suavización con la edad, a los cambios en la estructura cerebral y a la disminución de las recompensas del comportamiento antisocial en la mediana edad.
Aunque las tendencias antisociales suelen disminuir con la edad, la mayoría de las personas con trastorno antisocial de la personalidad muestran una disfunción social persistente a lo largo de su vida en diversos grados. Es más probable que cometan delitos, abusen de las drogas y el alcohol, tengan problemas económicos, tengan dificultades en sus relaciones e intenten suicidarse. Los estudios indican que aproximadamente la mitad de las personas diagnosticadas con trastorno antisocial de la personalidad en las prisiones reinciden en los dos años siguientes a su puesta en libertad. Sin tratamiento, corren un mayor riesgo de encarcelamiento, lesiones, depresión, comportamiento suicida y muerte prematura por violencia o accidentes.
El trastorno de personalidad antisocial puede suponer un gran reto para los seres queridos de alguien que lo padece. He aquí algunos consejos para sobrellevar la situación y establecer límites saludables:
- Dé prioridad a su seguridad. No tolere ninguna forma de abuso o violencia. Ponga distancia física si se siente inseguro.
- Establece límites firmes y refuérzalos constantemente. Deja claro qué comportamientos aceptarás y cuáles no.
- Evita dar ultimátums o hacer amenazas que no puedas cumplir. Eso minará su credibilidad.
- No pongas excusas ni intentes arreglar sus comportamientos problemáticos. No puedes obligar a cambiar a quien no quiere.
- Cuida de ti mismo. Busca el apoyo de amigos, familiares o profesionales de confianza. No se aísle.
- Fomente el tratamiento, como la psicoterapia, el control de la ira o el asesoramiento por abuso de sustancias. Sin embargo, no puede obligar a nadie a buscar ayuda hasta que quiera hacerlo.
- Recompense los cambios y comportamientos positivos, no sólo los negativos. Esto supone un incentivo. Pero no espere un cambio de la noche a la mañana.
- Sea realista sobre la probabilidad de cambio. Algunos síntomas pueden mejorar, pero es poco probable que se produzca un verdadero cambio de personalidad.
- Si ciertas relaciones se vuelven demasiado perjudiciales para continuar, puede ser más saludable mantener las distancias. Protéjase.
Con apoyo, límites y expectativas realistas, las familias pueden afrontar mejor el trastorno antisocial de la personalidad de un ser querido. Sin embargo, su seguridad y bienestar deben seguir siendo la prioridad.
Tanto el trastorno antisocial de la personalidad (TAP) como el trastorno disocial de la personalidad (TDSP) implican patrones de comportamiento que violan las normas sociales y los derechos de los demás. Sin embargo, existen algunas diferencias notables entre ambos:
- El TPA se caracteriza por la falta de consideración hacia los demás, la violación de los derechos, el engaño y la falta de remordimientos. El DPD se centra más en el comportamiento socialmente desviado en general.
- El DPD puede utilizarse como diagnóstico de trastornos de conducta en la infancia, mientras que el APD se refiere a comportamientos que comienzan en la infancia tardía o en la adolescencia.
- Es más probable que el APD implique actos ilegales, mientras que el DPD puede referirse a una gama más amplia de conductas antisociales.
- La prevalencia del APD es mayor en los hombres, mientras que el DPD tiene una distribución por sexos más equitativa.
Obtener un diagnóstico preciso es importante para orientar el tratamiento adecuado. Aunque estos trastornos son difíciles de tratar, la psicoterapia, el entrenamiento en habilidades, la medicación y el apoyo pueden ayudar a controlar los síntomas y fomentar el desarrollo prosocial. La clave es centrar la atención en apoyar el cambio positivo en lugar del castigo. Con compasión y un esfuerzo concertado, las personas con TPA o TDP pueden encontrar formas de llevar una vida más satisfactoria.
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