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Es una creencia común que el comportamiento delictivo es innato y puede atribuirse a genes defectuosos. Sin embargo, la investigación científica ha demostrado que la causa del comportamiento delictivo puede no ser tan simple. Una combinación de naturaleza y crianza hace que las personas cometan delitos. Si bien la biología influye en el tipo de comportamiento asociado a la delincuencia, también lo hacen los factores ambientales.
Se podría pensar que el comportamiento delictivo de una persona es innato, o innato. Ves a alguien que actúa como un ladrón y automáticamente asumes que esa persona nació así, igual que asumirías que nació pelirroja. Sin embargo, esto no siempre es cierto.
Algunas personas pueden tener una predisposición genética a delinquir, pero nunca estuvieron expuestas a delincuentes o a la delincuencia durante su educación. Estos individuos no experimentan tendencias violentas hasta más tarde en la vida, cuando toman malas decisiones o se ven tentados por la oportunidad y la presión de los demás (cultura). En estos casos, el comportamiento delictivo de la persona se ha adquirido a través de factores externos fuera de su control (naturaleza). Esto ilustra cómo tanto la naturaleza como la crianza pueden influir en la predisposición de un individuo hacia actividades delictivas.
Aunque la mayoría de las personas nacen con los genes necesarios para dejarse crecer el pelo, algunos genes pueden aumentar la probabilidad de desarrollar conductas delictivas. Por ejemplo, una persona con un elevado número de ciertos tipos de receptores de dopamina en el cerebro podría tener más probabilidades de cometer delitos que alguien que tenga menos receptores de dopamina.
Dicho esto, hay otros factores que pueden influir en la expresión genética, como la epigenética: cómo los factores ambientales pueden alterar la expresión de los genes (y, por tanto, afectar a nuestros rasgos). Por ejemplo, si alguien tuvo una infancia abusiva y creció sin una vida familiar estable o un sistema de apoyo, esa persona podría desarrollar un comportamiento antisocial como resultado, y estas experiencias podrían afectar a su perfil epigenético con el tiempo. En otras palabras: aunque la genética puede tener un papel importante en la configuración de nuestras vidas, debemos recordar que el entorno desempeña un papel igual de importante.
El comportamiento delictivo es un fenómeno complejo, y es probable que la mayoría de los delitos sean el resultado tanto de la naturaleza como de la crianza. Es cierto que muchos delincuentes tienen una predisposición genética al comportamiento antisocial, pero puede que no lo pongan en práctica a menos que crezcan en un entorno que fomente o permita ese comportamiento.
Un niño que crece en un mal barrio donde la violencia y la delincuencia son habituales puede aprender a ser violento. También puede sentirse amargado por sus circunstancias en la escuela o en casa, y si uno está enfadado, es más probable que cometa delitos contra otros.
La investigación criminológica indica que el comportamiento delictivo es una combinación de disposiciones innatas y aprendidas. En otras palabras, el comportamiento delictivo puede ser el resultado tanto de la naturaleza (biología) como de la crianza (entorno).
La composición genética de una persona puede influir en su predisposición a incurrir en conductas delictivas al afectar a su química cerebral, que puede conducir a un comportamiento impulsivo o agresivo. El entorno que rodea a un niño durante sus años de formación también puede desempeñar un papel importante en el desarrollo de rasgos de personalidad que influyan en si se involucrará en actividades ilícitas más adelante en su vida.
Los factores genéticos se heredan de los padres. Los genes que influyen en el comportamiento delictivo no son todos iguales, pero pueden agruparse en dos categorías principales:
Los factores ambientales son cosas que te ocurren y afectan a tu comportamiento. Pueden ser positivos, negativos o neutros. Pueden ser físicos, sociales o psicológicos.
Por ejemplo, el entorno de un niño puede incluir lo siguiente:
El debate naturaleza-naturaleza lleva siglos debatiéndose y existen ideas contradictorias sobre las causas del comportamiento delictivo. La mayoría de los científicos sociales han llegado a la conclusión de que tanto la naturaleza como la educación desempeñan un papel importante a la hora de determinar la propensión de un individuo a delinquir.
La interacción entre estos dos factores es a veces difícil de determinar, pero está claro que el entorno desempeña un papel en la configuración de nuestras experiencias vitales e influye en nuestro desarrollo. Nacer en la pobreza o tener antecedentes penales en la familia puede influir en las probabilidades de delinquir más adelante. Las personas que crecen rodeadas de drogas o bandas tienen más probabilidades de involucrarse en ellas.
Los datos que hemos revisado indican que la conducta delictiva es el resultado de una combinación de disposiciones innatas y aprendidas. Hemos visto que la genética puede influir en el comportamiento antisocial, pero también pueden hacerlo otros factores como los compañeros, la familia y la cultura.
En conclusión: el comportamiento delictivo tiene tanto una base biológica como una influencia social. Por lo tanto, si alguien tiene una disposición innata a delinquir debido a algún factor biológico como una mayor sensibilidad a los niveles de dopamina o serotonina (o lo que sea), será más probable que cometa delitos si está expuesto a ciertas influencias ambientales como la presión de sus amigos que también quieren que se involucre en actividades ilegales como vender drogas o robar coches por dinero.
En conclusión, el comportamiento delictivo es un fenómeno complejo en el que influyen factores genéticos y ambientales. Aunque se ha investigado mucho sobre el tema, sigue sin estar claro si hay genes específicos asociados a la criminalidad o si ciertos rasgos de la personalidad predisponen a los individuos a cometer actos delictivos. Además de las predisposiciones genéticas, los estudios han demostrado que la exposición a condiciones adversas durante el desarrollo puede conducir a los niños hacia un estilo de vida antisocial más adelante en la vida. Por lo tanto, debemos tener en cuenta tanto la naturaleza como la crianza para entender cómo los delincuentes se convierten en criminales.
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