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En la última década, México ha experimentado una importante transición en su sistema de justicia penal. Esta reforma se diseñó para mejorar la seguridad pública proporcionando a los ciudadanos más confianza en su gobierno y en las fuerzas policiales, pero algunos críticos sostienen que los cambios no fueron lo suficientemente lejos como para abordar los problemas de corrupción y violencia del país.
En Estados Unidos existe un sistema de justicia penal acusatorio bien establecido. Estados Unidos y México comparten muchos puntos en común en sus sistemas de justicia penal, pero también difieren en algunos puntos clave.
El sistema adversarial estadounidense se basa en el principio de que dos partes opuestas presentan sus argumentos en un tribunal abierto para que se decida cuál de las partes tiene la razón. Esto permite transparencia e imparcialidad, pero exige que ambas partes se rijan por las mismas reglas y aporten las mismas pruebas en apoyo de sus argumentos. En este sistema, los fiscales se encargan de demostrar la culpabilidad más allá de toda duda razonable, mientras que los abogados defensores ofrecen a los acusados la oportunidad de presentar circunstancias atenuantes o refutar las pruebas de la acusación.
El sistema inquisitorial mexicano funciona de forma diferente porque hace más hincapié en la recopilación de hechos que en ofrecer a ambas partes la oportunidad de exponer sus argumentos directamente ante jueces o jurados; en lugar de que los abogados presenten argumentos sobre la culpabilidad o la inocencia en el juicio (como ocurriría durante un juicio penal estadounidense), los investigadores recopilan pruebas contra los acusados antes de presentar cargos contra ellos:
Había sido un largo camino hasta el establecimiento de este nuevo sistema, que pretendía acabar con la corrupción y reformar las fuerzas de seguridad de México.
El antiguo sistema era corrupto. El PRI, consciente de que la manipulación y el soborno no podían mantenerlo en el poder, recurrió a la represión cuando no pudo sobornar a la gente para que le votara. En los años que siguieron a la matanza de Tlatelolco de 1968 y a otras grandes protestas estudiantiles que exigían democracia en México, al general José López Portillo se le ocurrió una idea: crearía unidades especiales dentro de las fuerzas policiales de todo México cuyo propósito sería combatir la delincuencia con más eficacia de la que podían hacerlo los policías normales sin recurrir a la violencia ni a técnicas de tortura como las que suelen utilizar los civiles cuando detienen a alguien para interrogarlo (que están prohibidas en la mayoría de los países).
Las reformas fueron presentadas por los legisladores como la clave para poner fin a décadas de abusos por parte de las autoridades.
Un aspecto concreto de esta reforma fue la abolición de la tortura. El antiguo sistema permitía a la policía torturar a sospechosos y salir impune, porque no había pruebas de que lo hubieran hecho. Además, la tortura era una práctica habitual, sobre todo en las zonas rurales, donde había muy pocos abogados y los policías tenían más poder sobre sus comunidades que ahora.
La nueva ley prohíbe que nadie sea torturado o maltratado por la policía u otras autoridades de ningún modo, ni siquiera que se le obligue a confesar o a firmar una confesión bajo coacción. También significa que las confesiones no pueden utilizarse como prueba a menos que se den libremente sin ninguna presión por parte de los interrogadores (u otras personas) implicadas en su obtención, lo que las hace mucho más fiables que antes, cuando la mayoría eran falsas debido a que se obtenían bajo coacción.
El resultado final es un sistema de justicia penal acusatorio que pretende reducir la corrupción dentro de sus filas, al tiempo que aborda algunos de los problemas más acuciantes de México, como la violencia de las bandas, atajando la corrupción dentro de sus instituciones y ofreciendo a los ciudadanos un mayor acceso a la justicia gracias a la mejora de los niveles de confianza entre todas las partes implicadas."
Es probable que la cifra sea conservadora. México ha investigado casi 3.000 casos de desaparición forzada desde 2014. Es probable que la cifra sea mucho mayor. También es concebible que el número de casos de desaparición forzada en México sea mayor que el número en otros países, aunque eso no es algo que pueda confirmar o negar en este momento.
Según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas (RNP), solo en 2018 se denunció la desaparición de 24.400 personas ; pero hay que tener en cuenta que esta cifra incluye a personas desaparecidas recientemente que aún no han sido localizadas por las autoridades.
El RNP se estableció en 2010 como una herramienta para ayudar a localizar a las personas desaparecidas y ayudar a las fuerzas del orden. Utiliza datos de los departamentos de policía estatales y locales de todo México, así como de organizaciones de la sociedad civil como el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal (CCSPJP). La base de datos no incluye ningún dato sobre si las personas que figuran como "desaparecidas" han sido encontradas o devueltas a sus familias; simplemente las enumera hasta que sus familiares vuelven a informar de que están vivas o muertas.
Es probable que esta cifra sea conservadora porque no tiene en cuenta a las personas cuya desaparición nunca se ha denunciado ni documentado ante un organismo oficial como el RNP; tampoco considera los casos de personas que han salido de México con falsos pretextos pero luego han regresado voluntariamente a su país tras haber estado fuera durante largos periodos de tiempo -por ejemplo, niños enviados al extranjero por padres que desean que ya no tengan su custodia-, por lo que tampoco aparecerían en ningún registro oficial aquí...
El uso de la tortura por parte de la policía y otros agentes de seguridad sigue siendo un grave problema en México. La tortura policial es habitual, pero rara vez se investiga, enjuicia o castiga. Esta impunidad se refleja en las estadísticas gubernamentales: entre 2007 y 2017, solo el uno por ciento (1%) de los casos de tortura denunciados dieron lugar a condenas.
Según fuentes oficiales, entre 2007 y 2016 se presentaron más de un millón de denuncias contra agentes de policía relacionadas con mala conducta; solo el 0,5% acabaron en condena (107). Los actos más comunes denunciados fueron acoso, abuso de autoridad y detención ilegal.
Durante años, muchos han argumentado que la reforma fue diseñada para proteger a los poderosos en México. De hecho, sigue habiendo mucha impunidad y tortura en México. El número de desaparecidos no ha disminuido desde 2002, cuando el gobierno lanzó sus planes anticorrupción. Además, en la actualidad sigue habiendo muchas desapariciones forzadas y personas desaparecidas en México.
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