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El problema de la subjetividad ha sido una cuestión de importancia crítica para filósofos y científicos por igual desde el principio de los tiempos. El problema puede resumirse así: ¿cómo podemos confiar en nuestras experiencias subjetivas? ¿Cuál es la clave para que el conocimiento sea válido?
Pero, ¿y si el conocimiento es subjetivo? ¿Cómo puede ser estrictamente válido? Puedes tener un conocimiento válido de tu propia experiencia subjetiva: sabes que te duele un dedo del pie, aunque otra persona no esté de acuerdo contigo. Pero, ¿cómo podemos saber si otra persona está teniendo la misma experiencia subjetiva que nosotros, o incluso si está teniendo algún tipo de experiencia?
Podríamos decir que el comportamiento de una persona puede utilizarse para inferir sus estados mentales: por ejemplo, cuando vemos a alguien llorar tras cortarse con algo afilado, suponemos que siente dolor. Pero hay muchas otras explicaciones posibles de por qué alguien llora: puede que esté viendo algo triste en la tele o que tenga alergia. No siempre podemos confiar en nuestras deducciones sobre el estado mental de los demás basándonos en lo que observamos que hacen (o dejan de hacer).
Este problema no se limita a explicar cómo el conocimiento puede ser objetivamente verdadero; también se aplica cuando surgen preguntas sobre la verdad desde distintas perspectivas dentro de la filosofía. Algunos filósofos sostienen que la "verdad" tiene un significado distinto según a quién se pregunte; a esta postura la denominan relativismo o perspectivismo. Según los perspectivistas como Jacques Derrida (1930-2004), uno de los posmodernistas más influyentes del siglo XX en Francia junto a pensadores como Michel Foucault (1926-1984) y Gilles Deleuze (1925-1995), todas las perspectivas son formas igualmente válidas de ver la realidad, siempre que sean "internas" y no "externas": internas porque reconocen sus propias limitaciones al tener en cuenta lo que podría existir fuera de esos límites; externas porque ignoran esas posibilidades e insisten en que su propia visión estrecha es la correcta a pesar de que también existen pruebas en contra de esas afirmaciones.
Las leyes naturales de las matemáticas se basan en las leyes de la física, que a su vez se basan en las leyes de la química. En última instancia, todas estas leyes deben reducirse a una única ley fundamental: que la propia Naturaleza se rige por la Ley Natural.
Pero, ¿y si aceptáramos esta idea sin rechistar? ¿Sería posible entonces deducir todos los demás niveles de existencia mediante un razonamiento puramente matemático?
No se puede confiar en las leyes de la física para explicarlo todo. Tenemos que basarnos en las leyes de la lógica y la razón. Éstas son universales y se aplican a todo, incluido nuestro razonamiento sobre el propio conocimiento.
Si el universo se rige por leyes, éstas deben basarse en algo universal. De no ser así, nos encontraríamos ante un caos de subjetividad y careceríamos de medios para resolver disputas o tomar decisiones sobre lo que debería ocurrir a continuación. Estos principios fundamentales de la naturaleza sólo pueden derivarse de las matemáticas porque es la única forma en que se puede describir cualquier cosa como un conjunto de números o símbolos. Las propias matemáticas se basan en la lógica, que nunca cambiará mientras exista la razón (y esperamos que así sea siempre). Pero sin la razón -o la experiencia- no se podría haber llegado a esta conclusión.
El conocimiento no es sólo un concepto subjetivo, también es objetivo. Esto significa que, aunque no podamos saber necesariamente todo lo que hay que saber sobre algo, podemos estar seguros de ciertas cosas a través de la razón y la experiencia. Por tanto, el conocimiento es a la vez subjetivo y objetivo, ¡y eso significa que es válido!
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